Los pasados 4 meses hemos estado trabajando en la Universidad de Alicante con 30 alumnos que comienzan sus estudios de Arquitectura y con 30 migrantes de estilo de vida para, aprendiendo de sus formas de habitar, tener una experiencia de construcción participante en y con su mundo. El curso se ha llamado “Rehabitar el Sureste” y lo comenzamos con un mapa de naciones deformado que hace evidente algo que sospechamos en el día a día: el sureste es una metropolis transnacional. Y para comprobarlo fuimos a los orígenes del fenómeno visitando la exposición sobre los Lambert y sus lugares: París i Xàbia.
Allí comprobamos que el lifestyle migrant, o turista residencial, lleva ya casi un siglo reinventando el sureste para convertirlo en su arcadia particular. De hecho podría decirse que ellos son los que se han construido el sureste como un lugar donde vivir. Antes de que empezaran a hacerlo era un lugar donde cultivar, pescar, pero no un lugar especializado en “residirse”. En este caso el refrán en realidad debería decir “de fora vindran i la casa ens faran”.
El curso tendrá una segunda parte que comienza en febrero en la que indagaremos más sobre cómo se construye este sueño mediterráneo. Por ahora, estos 4 meses han servido para hacernos con la metodología del diseño o construcción participante y, sobre todo, para tomar inercia porque Proyectos Arquitectónicos es una materia propositiva. Y por ello, como los emprendedores reflexivos, necesitábamos primero ponernos en marcha, de forma que las reflexiones sobre las formas de habitar el territorio vengan para informar y redirigir lo que hacemos, en una conversación dinámica.
Basándonos en un texto de O’Reilly llamado “Hosts and guests, guests and hosts: British residential tourism in the Costa del Sol” cada alumno ha trabajado con un migrante residencial que ha sido el anfitrión de su propia forma de habitar. Gracias a ellos, han descubierto los materiales del que está hecho su mundo y han intentado participar en los procesos que los conforman. Han rediseñado activamente su cuerpo para aprender las habilidades que hacen su forma de estar en el mundo. Han construido los dispositivos que les permitieran percibir el medio ambiente que les rodea, aislándolo para comprender todo su alcance. También han descubierto e intentado participar de los ritmos de actividades que se entrecruzan en su vida. Y, finalmente, han realizado todo un ejercicio de diseño y construcción como el que fuimos a visitar en la exposición de los Lambert: construir desde cero y con sus nuevas habilidades un aspecto del mundo de su anfitrión de forma que un visitante a la exposición pudiera experimentarlo hasta sus últimas consecuencias.
Podéis ver los trabajos con más detalle en cada uno de los blogs de los alumnos a los que se puede acceder desde la página del curso. Veréis que el trabajo y, sobre todo, la evolución desde las primeras semanas es impresionante. Desde aquí repetir la enhorabuena a todos los alumnos del curso.
Repasando el trabajo hecho durante el curso me he alegrado de algunos logros pedagógicos, metodológicos y disciplinares, que resumo a continuación enlazando sólo unos pocos trabajos y dejándome muchos muy interesantes:
Para empezar, casi hemos conseguido que el aula sea un espacio satélite de entre los espacios de trabajo de los alumnos y un lugar de conversación para la construcción de conocimiento. Saber qué demonios es el aula es uno de los caballos de batalla de la formación en arquitectura. Tanto como saber qué es el estudio lo es de la profesión de arquitecto. La escuela de Alicante tiene una larga tradición en intentar superar la tensión de llevar el estudio-taller a la universidad y en usar el aula como lugar de producción de subjetividad más allá de la producción de profesionales habilitados (ver Nieto, 2012) Siguiendo con este sistema de prácticas, en nuestro grupo el aula ha funcionado alternativamente como feria de muestras y sala común de un espacio de coworking. Gracias a la estructura de los enunciados, primero se hacía y luego se rehacía a partir de una reflexión práctica colectiva que se comenzaba en clase después de que los alumnos revisaran activamente (evaluando) los trabajos de unos y otros. Así, aunque los trabajos fueran individuales, todo el mundo sabía qué estaba haciendo el otro. Algo que se reforzaba con la entrega a través del blog personal del alumno. Además, en el último trabajo convertimos la escasez e incomodidad del espacio del aula que, como dice Enrique Nieto no es el lugar propicio para el aprendizaje (2012. p:477), en un reto colectivo tan potente como construir un espacio expositivo a pesar de las anacrónicas mesas de dibujo.
Como ya intentamos el curso anterior, el objetivo es descartar esa idea por la que lo que ocurre en el aula es un simulacro de la vida profesional fuera de la universidad, pues lo que nos ocurre mientas aprendemos es bien real. Así, con los alumnos en el centro de su propia experiencia formativa, el aula es uno de tantos lugares donde este crecimiento tiene lugar. Que son los lugares donde el alumno se mueve, donde entra en acción. Por eso, el aula ha funcionado como un “refugio” donde compartir lo aprendido para reflexionar sobre ello y, alternativamente, donde cargarse las pilas para volver a entrar en acción.
Además durante estos 4 meses ha habido una gran evolución en la forma de trabajo. Pasar de enunciar ideas y posibilidades a disfrutar de la maravillosa experiencia de descubrir cosas mientras se trabaja en algo. Es el caso de Amalia que descubría asombrosos fenómenos físicos entre imanes y virutas de metal, Juan que descubría unos pequeños e inesperados habitantes en el taller de un bricoleur, Alejandra con los procesos de generación de formas y el microscopio, y Juan Ramón con los procedures de la mecánica que le llevan a ver incluso el mundo natural de forma mecánica. Lo importante de estas situaciones es que es imposible que se hubieran enunciado de antemano. Estas oportunidades de proyecto han surgido en el propio trabajo creativo.
El gran logro del curso ha sido la capacidad que han desarrollado los alumnos para concretar en situaciones materiales, físicas, reales, sus intuiciones y trabajar más allá de simbolismos y enunciados de ideas o representaciones abstractas poco construidas. Ha ocurrido en todos los trabajos pero un buen ejemplo, por la dificultad que suponía, es el caso de Mercedes que trabajaba con Mile, una abogada especializada en inmigración, y sus formas de hacerse atender por sus clientes. Con referencias como la tecnología de eye-tracking ha conseguido construir su propia metodología para mapear hacia dónde se va la atención en el entorno de su anfitriona y reconstruirlo acorde a su voluntad. Curiosamente así las construcciones mentales eran mucho más poderosas y sutiles que cuando intentaban partir de simbolismos. También es representativo el caso de Miguel, que en una instalación muy sencilla, Reuma a pedales, conseguía que experimentaras el dolor de rodilla que a su anfitrión, Jimmy, le produce una de sus actividades favoritas en el sureste: ir en bici por la playa. Las dos articulaciones de madera no pedalean igual de bien, en una de ellas la madera hinchada por la humedad produce esa misma tiricia del dolor articular.
Por último, hemos avanzado un poco más en el desarollo de otra forma de entender el diseño y la construcción del entorno. Que es con la que paralelamente trabajamos en aRRsa! y que está basada en la antropología del diseño de Ingold. Lo que yo llamo diseño o construcción participante. Enrique Nieto me decía que si en las Escuelas de Beux Arts la arquitectura se “componía”, en la escuelas modernas se “proyectaba”. Ahora se habla de “ensamblar” en los estudios de ciencia y tecnología y cada vez más en urbanismo. En esta otra actividad se haría lo que Ingold llama “corresponder“.
Al principio de curso los alumnos querían resolver problemas con su arquitectura, en cambio con el paso de las semanas aprendían a encontrar sus líneas propias de interés y trabajar en ellas, y ambos movimientos ocurrían en sincronía y durante la participación activa en el mundo de su anfitrión. La relación con el otro les abre mundos activos donde están ocurriendo procesos de construcción del entorno donde ellos pueden tener también un papel pero para ello necesitan desarrollar herramientas de trabajo que les permitan entrar en ese entorno activo. Herramientas técnicas, sociales, gráficas, audiovisuales, las que sean necesarias. Durante el curso hemos asistido a momentos mágicos en este sentido. Como en el caso de Marina (lamentablemente no ha subido todo al blog) que ha trabajado con Nick, instructor de vuelos en parapente, en un entorno en el que no se deja nada al azar, donde el diseño está aparentemente cerrado porque su modificación se realiza dentro de unos (esta vez sí) ensamblados de amateurs, instituciones, empresas, etc no directamente accesibles al recién llegado. Por eso a Marina le costaba corresponder con ese mundo, sin embargo en el último la relación con todas esas personas le ha servido para atreverse a construir algo impensable a priori: la experiencia de volar.
En el próximo semestre vamos a profundizar en este desarrollo de herramientas de trabajo en el entorno construido. Por un lado trayendo al aula los procesos de trabajo de arquitectos, artistas y diseñadores conocidos. De esta manera pretendo que los alumnos pasen del desengaño, pues así es como han descrito en alguna conversación que hacer arquitectura no sea sólo “dibujar casas” al descubrimiento de que la arquitectura que se admira en la disciplina está hecha a partir de muchos procesos dispares. Por otro lado, me gustaría que ese descubrir herramientas desde la disciplina siguiera contrastándose con el dejarse enseñar por el mundo que hemos trabajado. Para ello, vamos a profundizar en las propuestas de la correspondencia. Así cada semana los alumnos podrán ir incorporándose mejor a los procesos de construcción del entorno que tienen en marcha las comunidades a las que pertenecen sus anfitriones. Una construcción participante que vamos a resumir en cuatro movimientos que iremos repitiendo: seguir los materiales, aprender los movimientos, sentir el clima y dibujar las líneas. El dibujo será en este caso un reto colectivo donde aparezcan esas controversias entre comunidades que se encarnan en el territorio. Unos dibujos que nos cuenten nuevos relatos de cómo rehabitar el sureste para vivir el sueño mediterráneo.